La enfermedad del suelo
La ciudad ahogó al campo natural y antepuso el progreso material a la
dicha humana. El desprecio de la naturaleza llevó a los hombres a cubrir
la tierra con cemento, cortar los bosques y alzar fábricas en vez de
parques.
En la primera mitad del siglo la humanidad vivió dos guerras
mundiales, graves totalitarismos y una gran depresión. La Tierra pasó de
fértil pradera a estridente ciudad: «¡Qué miseria y qué dura fealdad
tendrá vuestra casa, a pesar del muro blanco! La calle arroja por la
ventana abierta su nube de polvo; el hervor de la calle entra brutalmente
en vuestro cuarto: no hay un velo delicado que ampare vuestra vida
interior, fuera de la persiana, que es una cosa, no una vida, y tu casa y
la calle se confunden groseramente»(1 ).
La pérdida del contacto con la tierra es la pérdida también de
nuestra identidad rural y sus motivos agrarios: «abandonamos la vida en
medio de la naturaleza, por no conocer su sentido profundo»(2).
El desamor de Gabriela por la ciudad es producto de la barbarización
que le han provocado a la Tierra. El contraste entre la urbe y el campo es
el producto de una antítesis espiritual: «Cuando volvemos la espalda al
campo, restamos todo eso a la pobre alma: paz, alegría y elevación.
«Lo que se nos dio en cambio fue un bienestar falso, que lenta y
dulcemente nos irá aniquilando, amenguando en vigor y belleza. […] nos
darán el mirar apagado, la mejilla sin sangre, y hasta la acción floja y
desabrida»(3).
La ciudad corrompió a los hombres de la tierra, y éstos emigraron del
campo y se olvidaron de las virtudes aprendidas. Abandonaron su origen y
prefirieron las trampas de lo material antes que el enriquecimiento del
alma.
«Comprendo su amor por la ciudad; ella es un vicio del siglo, sin
duda hay refinamientos del espíritu que sólo pueden alcanzarse en una
ciudad, florecimiento supremo de la personalidad que exigen la fiebre, el
espectáculo soberano de dolores y pasiones, que sólo la ciudad da. Puede
que un día yo la necesite imperiosamente. Soy mujer de enormes
evoluciones. Hoy no la quiero, más aún, me hace daño: ¡tengo unas hambres
de paz, de mucha paz, que no logro saciar!»(4)
Esta desafección por lo urbano no es antojadiza. Quizás Gabriela
nunca sintió amor verdadero por la ciudad, cualquiera que sea su tamaño.
En una entrevista para Zig-Zag responde:
«-Gabriela, ¿no se queda usted en Santiago?
«-Jamás. Esta es una ciudad pretenciosa. Me voy a Elqui, mi tierra
natal, a criar cabras. La Serena no me gusta. Allí la gente se pone toda
tonta. En las aldeas esotra cosa. Creo -se ríe- quizás también voy a
ponerme tonta»(5).
Impregnada de imágenes, colores, perfumes, sensaciones y emociones
que le brindó el contacto con la naturaleza en todos los lugares donde
estuvo, es difícil de aceptar, para ella, la ‘desabriduría’ de las
ciudades.
«Entre las razones por las cuales yo no amo las ciudades – que son
varias- se halla ésta: la muy vil infancia que regalan a los niños; la
paupérrima, la desabrida y también la canallesca infancia, que en ellas
tienen muchísimas criaturas»(6).
Para Gabriela, la ciudad fue despojando al campo del amor por el
suelo. «En las grandes ciudades el envilecimiento es peor. Las ventanas de
cuarto de niño dan ] a una calle hedionda, si es pobre, o un muro
bárbaro y ciego de almacén o de oficina, si es burguesito»(7).
La imaginación y el espíritu se empobrecen dentro del marco gris de
las ciudades: «Creo no haber hecho jamás un verso en cuarto cerrado ni en
cuarto cuya ventana diese a un horrible muro de casa; siempre me afirmo en
un pedazo de cielo, que Chile me dio azul y Europa me da borroneado. Mejor
se ponen mis humores si afirmo mis ojos viejos en una masa de
árboles»(8).
Cf. Mistral, Gabriela, «Infancia rural» (El Mercurio, Santiago, 23
de diciembre de 1928), en: Ed. Cid, Hugo Marcos, El recado social en
Gabriela Mistral, Santiago, Chile, Ediciones Primicias, 1990, p. 34.
Esta es una de las facetas desconocidas de mi Gabriela, aún hay más…
Cariños, Shinsetsujmmg.
Inolvidable e incomparable Gabriela . ¡ Tengo unas hambres de paz , de mucha paz , que no logro saciar !